De corrido, a prisa.
Sin contar las lágrimas perdidas
Y los encajes rotos
De este cuarto vacío y desordenado
En donde el viento agita la cortina
De la ventana abierta
Donde
Aun suena ese tétrico Vangelis
Y en donde las fotografías amarillas
Se destiñen,
Lentamente se apaga
la llama
de esta maldición de mi karma.
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